En el año 240 a. C., las tropas mercenarias de Cartago se rebelaron. Aprovechando la oportunidad, Roma arrebató a los cartagineses las islas de Córcega y Cerdeña en el 238 a. C. A partir de entonces, los romanos usaron el término Mare Nostrum (Nuestro Mar) para referirse al mar Mediterráneo, ejerciendo el control efectivo del mismo. La armada romana podía evitar invasiones anfibias en su territorio, controlar las rutas comerciales e invadir otras costas durante tres años y cuatro meses que la Guerra de los Mercenarios estuvo vigente. Tras ser nombrados generales, Mathô y Spendios enviaron misivas a las ciudades tributarias de Cartago, incitándolas a deshacerse del yugo púnico y unirse a ellos en el conflicto. Sufriendo los gravosos tributos que cayeron sobre ellas tras la desastrosa guerra con Roma, accedieron fácilmente a las peticiones de los mercenarios, lo que convirtió el motín original en un levantamiento nacional. Sólo dos ciudades se mantuvieron leales: Bizerta y Útica.
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